Mitológicas pájaras en vilo

Adriana Romano  

Buenos Aires - 2015

78 páginas / 14 x 20

ISBN 978-987-376035-8

V (fragmento)

Habría que seguir fingiendo que todo mejora día a día O gritar en la cara de los adustos que se acabó el recreo
La ciudad se acumula Entre los pliegues de una baldosa partida agoniza un yuyo
La mañana es una copa quebrada
No hay sitio para la soledad
Cuatro maestras raquíticas leen Patoruzú sobre un semáforo
Varios hombres claman que las montañas caigan sobre ellos
 
Mitológicas pájaras en vilo / Prólogo por Romina Freschi, Caro García Vautier y Águeda Pereyra

 

Ala pieles de culebra

Iba a ser un texto “al alimón”, pero no salió. Tampoco éste es un cadáver exquisito, más bien es una criatura nueva, bien viva, compuestas por varios cuerpos, con sus voces, que intentan vestir este libro. Vestirlo, cubrirlo y descubrirlo. Como una piel, que además pueda perderse, cambiarse. Un pasado que se abandona, electivamente, como la memoria. Así se hizo entonces este prólogo, despellejando y descubriéndole las pieles y los pliegues a la poesía de Adriana.

La mecánica la trae el mismo texto, y la imagen también. Ciertamente fue una propuesta de trabajo. Hablando de pájaros y de seres alados, hubo una consigna común y concreta de escribir sobre las cigüeñas, y la respuesta de Adriana fue una personificación de las culebras, enemigas naturales de aquellas y de la farsa feliz de la creación.

La fuerza de la respuesta viene además acompañada de una emoción, un gesto, una reacción: la sorpresa, el asombro ¿Qué pasa cuando esperando a la cigüeña se acerca una culebra? ¿Acaso no es esa una propuesta de vida, también?

¿Qué late dentro?

La pregunta insiste en los textos, en los escenarios que se dibujan, en los instantes urbanos donde la denuncia del lugar común tiene algo de resistencia, ironía, revuelta, manifiesto –No me sirve, no quiero la memoria. Hay un tiempo que fluye de otro modo, nos arrastra desde el mito, el origen, todo ese pasado que me sopla, hasta el vilo: en esa deriva, en ese desandar su mirada perforante se vuelve un ojo que consigue ver el desvelado cielo: un cielo que abarca un territorio global, un mundo que estalla, violento, consumista. La mugre, lo sucio devienen elementos que insisten, necesarios.

Ahí la pregunta por el amor, hasta dónde. Ahí la culebra desbaratando la perpetuidad, la identidad cuestionada. Ahí también el deseo, entramado con lo negro fértil, lo que se gesta, las alas que descansan para mirar el mundo/brotando; un universo en calma donde hay un sitio exacto para todo, donde lo abierto se juega en un despertar.

¿Cómo incorporar alas en aras de otras lógicas para entender el mundo? Valerse de los mitos heredados, dejar que actúen en el cuerpo hasta que la voz alcance: MITOLÓGICAS  propias. Acudir a la animalidad para nombrar el amor y preguntar por sus límites. Estrategias que la memoria elije, imagina hilos conductores de poema a poema,  donde el tiempo pierde linealidad. Ahí la invención. Ahí una poética de  PÁJARAS en vuelo político, y para estar a la altura de lo humano resulta necesario reptar como culebras, serpentear entre los hedores de lo putrefacto, atentas a la mugre burguesa pero sin perder la lírica de las aves. Lírica aérea que numerando desnaturaliza las grandes o pequeñas violencias cotidianas. Matemática que no cierra, conteo que nos devuelve la pregunta sobre el origen, nos da cuenta que somos más que la identidad que nos dieron. Eso más aletea y nos alerta, ante el falso divertimento  que nos mantiene EN VILO,  en un mundo que nos sucede y capitales que no dejan de acumularse.

No es un cuento, no se parte en 3 el libro, bien podría multiplicarse, 9 es número mágico ¡Se libra!

Librarse de una vida para alcanzar las otras, salir de los mandatos, hacer que el vuelo sea rasante para tocar los otros cuerpos, sus muertes y encontrar, en el vilo, la irrigación palpitante y explosiva que puja en cada pliegue de una baldosa.

En el vuelo

Romina Freschi, Caro Garcia Vautier, Águeda Pereyra

En constante renacer, por Bea Lunazzi

Un poema introduce la trilogía que compone mitológicas pájaras en vilo de Adriana Romano. Un poema que abre y al mismo tiempo abraza; toma dentro de sí las partes de un todo, parataxis territorial de zonas que laten dentro aunque se oigan retumbar lejano.

Lo propio se reconoce únicamente desde afuera. El ojo de la tapa mira hacia delante, hacia lo que está por venir. Lo que sigue, se gesta acompasado, no irrumpe, viene viniendo. Un estado de inmanencia tenue pero imparable, que arrastra hacia el futuro una bruma de sí, el aviso de que algo está por llegar, que será presente en breve.

Mitológicas

A diferencia de las ciencias, el mito no cuestiona las causas de los acontecimientos, no racionaliza ni intenta explicarlo todo; acepta el espacio vacío, el velo que cubre las múltiples cegueras. Las mitologías, son los cuerpos donde se inscriben las creencias, estos relatos en movimiento. El mito suspende el paso del tiempo, hace que conviva el pasado en el presente. Medea es invocada por el poema, se reteje en mamá, en aquella madre-comandante que fue y está llena de agua de mar. Como Palmira, esa tía nena hundida en el agua. Como la abuela que vino en barco desde Génova y bajó con los brazos vacíos: genealogía de mujeres que persisten como la lluvia o la memoria.

En Mitológicas cada palabra tiene peso de galope. Brío/fibra/nervio.Baba/vulva/bulbo.

Desde acá/ abajo/ahora¿Qué uno/qué primero/qué ninguno sin otro/decidió?

Ritmo que sostiene y da unidad, que enlaza la trama. Tan primero como el hacer poético donde música y palabra son la misma cosa.

Pájaras

    

Como en la poesía oriental, los poemas de Pájaras anidan en todas partes, en cada gesto de la naturaleza. El poema chino está ligado a la circunstancia; primero describe un detalle, algo sutil, de apariencia irrelevante; luego pasa a una instancia más introspectiva o reflexiva que trasciende lo particular. Así, nos fija en el instante, en ese momento que se eterniza. Siempre con una riqueza plena de sentidos, una potencia sugestiva tal que el lector ingresa y se queda ahí, atrapado. El poema chino no se cuenta, se vive. Estos rasgos, para nuestro agrado, aparecen en la poética de Adriana Romano, no solo en esta serie sino en muchas de las composiciones del libro. “Popeye” es un claro ejemplo, un gran poema hecho de pequeños matices: Este rayo de sol/ atraviesa/ la copa de agua/ y marca/ en la hoja/ un arco iris. Y luego: Nada es mejor que este instante (…) Lejos de Popeye/ lejos de cualquier fuerza bruta. Las palabras no representan la realidad sino que la suscitan.

Todo Pájaras está impregnado de la ley de la casualidad, es por azar que una torcaza se acerca hacia una mesa y mira a quien está sentado, también lo es toparse con una calandria muerta sobre el asfalto ó que el 9 sea el número de la familia. Las relaciones, las coincidencias, son inteligibles pero están inscriptas para siempre en lo irreversible del tiempo, en la lógica del desacuerdo que ha inaugurado éste, nuestro universo donde hay un sitio exacto para todo y dondetodo es uno.

Aquí el agua transcurre/ y se derrama sobre el cauce del río diceAdriana Romano y esta aparente distorsión vuelve circular el poema y el mundo que le da origen. Ahora puede ser antes dice también en “Intermitencia” y luego En mí/ una mujer dibuja estas letras/en español/sobre la libreta/como podría haberlo hecho/en copto/un hombre/ acuciado por los mismos enigmas/hace siglos. Se desvanece la temporalidad y un hecho se duplica en otro, resurge, se repite en el instante mismo de la escritura. Puro presente.



Vilo

     

Estar en vilo es estar pendiente de un hilo; nada más alejado de la comodidad, del tan anhelado confort del mundo shopping. Estar en vilo es permanecer despiertos, en guardia, porque se presume que una amenaza se cierne sobre nuestra integridad. O tal vez una sorpresa.

Los poemas de este tercer fragmento pendulan entre la inquietud de un futuro incierto y la sabiduría de las comadronas. En estado de alertaun ojo consigue ver el desvelado cielo/ los alacranes inútilmente listos.

Esperar es también un acto de fe: He visto algunos hombres/esperar bajo las estrellas/con una convicción nunca mitigada/ Mi abuelo estaba entre ellos/paciente en su sillón de mimbre.

El vilo, el “filum”, es el borde finísimo; el límite de la ventana. A través de la ventana/ no veo/ la raja de la luna/ ninguna de las estrellas que titilan/ más allá/ de las siluetas oscurecidas de los edificios. El borde finísimo es también pestaña de enebro que hay que abrir como una íntima ventana para ver el dios niño que otra vez juega con peces y con panes. Regresar al origen, a lo uno, lo primero, el vientre intemporal.

Lo que latía dentro acompasado y tenue en el primer verso del libro, ahora palpita en lo oscuro y va entrando en la soledad. Tiene la certeza de que algo está vivo ahí. Tal vez la lengua: la palabra que acecha desde la oscuridad del silencio e irrumpe en la página que es su morada; el “pagus” o país por donde viaja el lenguaje.

La palabra es la que viene viniendo, galopa desde lejos, aún sin cuerpo. Son los restos resonando de lo que está por decirse, el eco de lo dicho.

Mitológicaspájarasenvilo

Vuelvo al principio, o mejor al bode del libro; específicamente a la dedicatoria: al vacío que me habita, dice Adriana Romano. Para los budistas el vacío es un concepto fundamental, es la esencia de todas las cosas. El vacío hace referencia al potencial de vida. Es lo latente,lo que late, el origen de todas las cosas.

El origen de este libro.

                           

                                                                                            Bea Lunazzi 

septiembre de 2016

Adriana Romano

Pin It on Pinterest

Share This