No transpira

Rubén Guerrero

 

Buenos Aires - 2013

64 páginas / 14 x 20

ISBN 978-987-45079-2-1

canción

 

Hacia allá cultivo los pornógrafos
las huellas dactilares de lo oculto
siempre (cuándo el viento) salgo a sulfurar
corazón sulfatado no late, el bombo no acompaña
afuera los pájaros
me baño con la idea:
lomo educado no transpira
El vehículo de la creación, el libro, por Sebastián Realini

Todas las veces que leí No transpira (2013), de Rubén Guerrero veía a este poemario como un experimento, como el ensayo de una banda o solista que no piensa en sacar un disco, sólo quiere tocar fecha tras fecha mientas va juntando hojas borrador para crear una canción, para armar un obra. Estas melodías que va creando están divididas en seis conjuntos separadas por un estribillo que aparece y reaparece para llegar con aire al final del poemario y por último irse en fade: «vestidos, trajes, lo triste, disfraces / música, soledad, / la fiesta, el baile». Vestidos, trajes y a su vez disfraces: ¿Cómo funciona ese contrapunto de soledad y fiesta sin dejar de lado a la música y el baile, dando lugar a un tándem? Se destaca esto que el autor distribuye a través de las páginas en una suerte de idea principal o versos a resaltar que parecen encerrar una antítesis en sí. El poemario no cuenta con ningún tipo de cita ni nada por el estilo, se las juega por sí mismo; apenas esa intención de un leitmotiv que subdivide otros intentos.

Ensaya nociones en cada apartado, ya sean etéreas como algo anónimo enfrentando a la noche, inefable y fugaz como un gato que se nubla entre las manos en un sueño o la transformación de parejas en cosas como una ventana («un orificio de entrada y de salida»). Acaso esgrime a lo largo del libro una forma de crear estructuras en un poema/canción y en ocasiones honra al medio o dispositivo de expresión poniéndole su nombre de título; uno de los mejores poemas que da cuenta de lo hendido de la temática de No transpira, sobre su procedimiento, sobre la búsqueda y al mismo tiempo sobre lo precario y fugaz de las formas que hay en él (porque toda canción que se precie de tal no debería de superar los tres minutos y medio) se llama «guitarra»:

Al llanto
hay que darle una botella
entonces sí
la estructura soñada:
una melodía en una bolsita de Disco


Con publicidad y todo, o a pesar de ella, la bolsita simboliza eso, la forma transitoria (o precaria) que existe en el hecho de llevar cualquier cosa que queramos transportar, por ejemplo ropa en una valija, cigarrillos en un atado, poemas en un libro. Por momentos la escritura declara «l e o l o q u e p u e d o h a g o l o q u e p u e d o» pero a su vez prueba dos veces la escritura de un texto (que casualmente se titula «se me hace tarde») en el cual coinciden versos, y quedan mediante una reestructuración, casi con el mismo desarrollo pero con sentidos encontrados. En el primero practica: la «ruptura no tiene que ver con los martillos», mientras que en el otro escribe «la ruptura no tiene que ver con los silencios». En ambas ocasiones incluye «y qué piensa la ventana de lo que pasa afuera? / saco la basura / no, porque llueve». Una melodía o la basura, ambas utilizan el mismo vehículo para llegar a su fin de estructura perfecta: una bolsa supermercado. Y decía que estos poemas me suenan a ensayo por lo despreocupado, lo desinhibido al escribir y al mismo tiempo por la forma, las maneras y las formas de desestructurar y volver a recomponer una idea que suscitada dos veces suena incompatible.

En los siguientes apartados hay implicancias que transportan el hecho del paso o despilfarro del tiempo ya sea tomando mate o haciendo zapping, sobre cómo cambia las cosas ajustándose al presente («hace unos años / era otra cosa»), a esa escritura que brota y por probar, hacer. ¿Será que el yo poético prepara las leyes de su propio mundo (este primer libro) intentando establecer la relación espacio-tiempo y le otorga compases a esos relatos que intercala? Dictamina «todo olvido tiene un ritmo» en un poema mientras que en otro vuelve a descomprimir levemente en una pseudo-sentencia (gracias a la locución adverbial de duda): «la frecuencia / ta vez tiene que ver / con el olvido». Tal vez venga a bien, hablando de vehículos y de tiempos, la frase en ese epitafio de Clarice Lispector (un soplo de vida) que dice: «Lo que llamamos tiempo es el movimiento de evolución de las cosas, pero el tiempo en sí no existe. O existe inmutable y en él nos trasladamos».

Hablaba de la hendidura de la temática o en la temática del poemario, de algo que lleva a un tratamiento de los espacios mediante la evocación de un adentro y un afuera de escena del poema, a veces representado por «la ropa secándose adentro / (…) / afuera las motos» mientras que en otros existe el «afuera / demoran la siesta» junto con lo neutro de «el marco de la ventana» (y lo que ellas puedan llegar a pensar) durante el tiempo que transcurre la noción de canción («todo afuera / cero técnica vocal») y continúa avanzando hasta oponerse nota contra nota en «es otro día y hay sol. / sin embargo / todo es adentro» y más. Las mismas palabras utilizadas en el poemario están relacionadas con la idea de música desde lo conceptual («himno») o mediante lo precipitadamente poético («ese folklore de llanto»). En esta serie de postales, melodías o performance noise con los versos, la canción en situación de laboratorio logra sostenerse por fuera y por dentro de la estructura aquí denotada sin pomposidad ni sofisticación sino más bien con un lenguaje coloquial ameno con momentos de sentido hermético.

Caja de resonancia de diversas nociones es este texto que tiene contrapuntos sobre lo cotidiano, anécdotas, añoranzas y pequeños homenajes. No transpira es un título que encierra (desde un verso tira «lomo educado no transpira» en un poema titulado «Canción») no la cuestión del no-sudor que expulsaría un cuerpo a través de la piel sino la contención armónica de lo cotidiano y lo universal, lo familiar y lo ajeno al mismo tiempo. Estilo propio argumentado en estructura determinada, vehículo impermeable del quehacer de unas notas para la lluvia, una bolsa de supermercado o incluso una heladera (como en el arte de tapa) sin pretensiones. Este libro es una canción en conserva que a pesar de ciertos traspiés en su devenir, repasa e inspira vitalidad, mantiene o mejora la textura y el sabor de los recuerdos creados con las necesarias vetas de nostalgia («la sal en el ojo») y que está listo para ser deshilvanado mediante su lectura; una trova que vamos a leer a partir de quien vive, comienza, da forma y ensaya un acontecimiento fundacional: «Nunca me aburro / de la boca / afuera / de la palabra».

 
Sebastián Realini
Rubén Guerrero

Pin It on Pinterest

Share This